BLOG DEL MANIFIESTO POR LA SOLIDARIDAD

SEGUIDORES

domingo, 5 de julio de 2009

EL BANCO Y LA CAÑA (artículo de Luis García Montero publicado en el Diario El Pais el 4 de Julio del 2009)

Queridos amigos, tengo el placer de ofreceros el siguiente artículo de García Montero. Pienso que ilustra perfectamente la pereza mental que se ha instalado en el cerebro del Hombre de hoy.
Un abrazo de Antonio Aguilera

EL BANCO Y LA CAÑA

Se agradece la sonrisa amable del aire acondicionado. El calor aprieta sobre las calles. Parece que el sol está dispuesto a no quedarse en paro, aunque los analistas avisen de que este verano va a descender de manera notable el número de turistas con ánimo y dinero para tumbarse en las playas de Andalucía. Agradezco la sonrisa del aire acondicionado al entrar en la oficina del banco, pero se trata de la última sonrisa. Hay un silencio solemne en el ambiente, una calma de iglesia. La gente hace cola delante del empleado que se encarga del mostrador con el mismo recogimiento que exige un confesionario. La clientela guarda turno con paciencia, no habla, soporta el tiempo imprevisible de cada operación, se acerca al oficinista y murmura sus pecados, o sus cuentas, o sus preguntas.

La sala es muy amplia. La directora de la sucursal habla por teléfono, y los gestos de su mano, como su juventud y su cabellera rubia, se imponen a través de los cristales de un pequeño despacho que cierra sus puertas al fondo. No soy capaz de intuir el carácter de la conversación. Podría ser un motivo familiar, la pregunta sobre un hijo enfermo, o una cita amorosa, o un asunto profesional, las explicaciones tensas ofrecidas a alguien que va a perder su casa por no pagar las mensualidades de una hipoteca. Hay otros cuatro empleados distribuidos en la sala, cada uno en su mesa, ante su pantalla de ordenador, sus documentos y sus teléfonos. Pero sólo uno atiende a la cola, que se va alargando de transferencia en transferencia, de recibo en recibo, de ingreso en ingreso.

Junto al oficinista que atiende a los clientes duerme una ventanilla cerrada. Cualquier empleado podría levantarse de su mesa, ocuparla, ayudar a su compañero, dividir la cola. Pero a nadie del banco se le ocurre facilitar la vida del público, y nadie del público protesta, nadie rompe el silencio clerical. Yo tampoco, pero me abandono a la tentación y me hundo en malos pensamientos. Recuerdo que hace pocos años se sacaban euros en los cajeros de la ciudad, no importaba en qué entidad, sin que recayese sobre el usuario una comisión desmedida. Recuerdo que hace nada se pidió a los clientes que ingresaran los cheques a través de los cajeros automáticos para no pagar comisiones y descargar la ventanilla, y que ahora pagamos comisión también en el cajero. Recuerdo la letra chica en los contratos de las hipotecas, el modo de maltratar a los ciudadanos, y el modo en el que las leyes de los gobiernos permiten estos atropellos, sólo comparables a los que perpetran las compañías de telecomunicación. Pero nadie protesta.

Mi memoria se somete a unos ejercicios espirituales que me preparan para mi experiencia de confesión. Cuando llega mi turno, y quiero pagar el recibo de la contribución municipal, el empleado me dice que ese tipo de pagos sólo se admiten entre las 9 y las 10 y media. Me voy a la calle, y recuerdo entonces, bajo el sol implacable, los 10 mil niños que se mueren de hambre en el mundo todos los días, los millones de seres hambrientos por culpa de un sistema basado en la especulación avarienta de los bancos. Nadie protesta, porque ya nadie es capaz de identificar en los laberintos de la ingeniería económica la relación directa entre el dolor de la víctima y la cuenta de resultados del verdugo.

Decido tomarme una cerveza en la taberna del Tirapu. El público se agolpa en el mostrador. La crisis todavía no afecta a la caña y a las aceitunas. Dos clientes airados protestan porque llevan un rato esperando a que les sirvan. Y la voz cavernosa del Tirapu les da su merecido. A protestar al banco, que esta mañana os he visto guardar una hora y media de cola sin rechistar. Una taberna es más respetable que un banco. ¿Entiendes? Yo sí, y me alegro. Es julio. Ya estoy en la Bahía de Cádiz.

14 comentarios:

Galileo dijo...

Magnífico, felicidades. Una denuncia con aire desenfadado. La verdad es que yo soy de los que protesta, me estremece la situación de los millones de seres hambrientos, pero a mi juicio eso no debería ser motivo de más silencio sino más de más ruido.

Un saludo.

Neogeminis Mónica Frau dijo...

El poder de los bancos y demás entidades financieras suele caer sobre sus clientes (por no llamarlos víctimas) con la despiadada lógica de los que ven sólo números en su carteras. La despiadada frialdad de este sistema económico que ha generado esta crisis global, se manifiesta sin consideraciones sobre quienes están atados a él...y sin salida.

Saludos!

Martine dijo...

"Una taberna es más respetable que un banco."
No tengo ninguna duda al respeto...
Excelente Artículo de nuestro Estimado Poeta...
Gracías por ponerlo, Antonio.
Un abrazo.

Ericarol dijo...

Yo diría más bien un artículo con aire acondicionado.... Siendo hija de banqueros, pero no de los que tienen todas las oportunidades, sino de aquellos que llegan a sus casas a las 7 de la noche, cuadrando la caja para que el jefe esa noche pueda salir en helicoptero a juntarse con la amante de turno. Prefiero mil veces la taberna al banco,,, saludos!

Doritos Ad Challenge dijo...

EXCELENTE CONGRATULATIONSSS

Pedro Estudillo dijo...

Un artículo sublime de verdad, mis felicitaciones.
Me he visto reflejado tras el duro cristal que proteje al cajero, esperando cabizbajo y resignado, inmerso en una interminable fila de borregos, a que me llegase el turno del deguello.... y calladito, no vayamos a molestar a los que trabajan.
Pero todo da igual, mientras fuera no falte la cerveza.

Saludos.

Antonio Aguilera dijo...

Hay que ver cómo nos resignamos en la cola del banco ¡¡QUE PONGAN MÁS EMPLEADOS EN LAS CAJAS!!.
Parece como que el ambiente que nos presentan, sea propicio al silencio: como si de un hospital se tratara; cosas serias.
Menudos sinvergüenzas de guante blanco están hechos.

Soy trabajador autónomo, y puedo dar fe de que por un crédito de 12 millones de pesetas, tuve que devolver alrededor de 20 Kilos.
Fueron malos tiempos, como los de ahora por ejemplo, en el 1996.
Tuve que vender hasta mi casa para pagar.

Propondré a un chico catalán, de quien no recuerdo el nombre, que ha estafado varios milloncejos de pesetas a muchas entidades, pidiendo pequeñas cantidades a cada una; lo propondré, decía, para que las altas jerarquías lo beatifiquen.

Los bancos son auténticos Hood Robin(s)(lo contrario de Robin Hood), o sea, le roban a los pobres para dárselo a los ricos.

Una taberna es más respetable que un banco, desde luego que sí.

García Montero, además de ser un axcelente poeta, es un articulista de primera.

Abrazos

pablo miguel simón dijo...

Un texto excelente. La "normalidad" de los hechos cotidianos esconde muchas paradojas. Los bancos, que hacen negocio con nuestro dinero, nos tratan como esbirros y muy pocas veces protestamos por ello. Si malamente defendemos nuestros derechos, ¿cómo vamos a ser capaces de luchar por los desamparados del mundo que la banca genera?

Silvi (reikijai) dijo...

Antonio... Muy Buen articulo... recuerdo cuando mi padre se quedo sin nada… con una ley Argentina muy famosa la 1050…
Y debió empezar de cero… Papa era ingeniero civil… trabajaba para el estado y a demás tenia… su estudio… Perdió nuestra casa de San Isidro… donde nací y parte de su estudio… Llevo unos años… recuperase… con esfuerzo se salio… Perdón que no este pasando más seguido… pero mis dolores de cabeza, no me dejan estar mucho tiempo en el ordenador… Gracias… Besitos. Silvi.

J. L. Maldonado dijo...

Gizela, gracias por tomar parte de tu tiempo para leerme. Muy agradecido.
Saludos.

Paulina Gabriela Pasos Perez dijo...

www.paulinapasos.blogspot.com

Hola a todos me llamo Paulina Gabriela Pasos Perez, vivo en Puebla, estudio artes plasticas,
tengo 23 años soy una chava muy, ma muy liberal, busco
amigos y otras cosas mas, para contactarme visiten mi blog y veran
fotos mias, quien soy etc. etc. mi blog es

www.paulinapasos.blogspot.com

espero hacer muchos, ma muchos amigos jejeje.
bye

apm dijo...

Muy buen post Antonio, que, hay que ver lo bien que escribe Luis García Montero.... y qué razón tiene: una taberna es más repetable que un banco, evidentemente que sí.

Los bancos nos sacan hasta el hígado (entiendanse bienes, hipotecas, comisiones, nóminas...), y lo peor es que a veces, muchas veces, no tenemos más remedio que dejarnoslo sacar y hasta chitón... y en esta tesitura, ¿qué no harán con los que nada tienen?, no casan los términos banqueros y corazón.

Bsts

CharlyChip dijo...

Esa distancia entre hecho y responsabilidad es un artificio que se ha perfeccionado con los siglos...

El verdugo viste ropa elegante y no se mancha de sangre, tiene una escalera de empleados que le separa del vulgar contacto con la humanidad, no se contagia de enfermedad, no se ensucia las manos...para más sofisticación todo se hace electrónico, hasta el asesinato silencioso y despiadado.

Capas y mas capas de disimulo y distanciamiento de lo inconveniente de los medios para nadar en la abundancia y el exceso...

Me duelen más las miserias morales de la condición humana que la misma certeza del dolor y la muerte.

Me gustó el artículo

Un cordial saludo

Cayetano dijo...

Me sumo a los que piensan, como Luis García Montero, ese pedazo de poeta injustamente tratado por algunos en la Universidad de Granada, que los bares son mucho más respetables que los bancos.
Un saludo.